Hace unos años la Universidad de Granada proyectó un ciclo de cine alemán clásico cargado de rarezas. Así pude ver Bajo los puentes, de Helmut Käutner, director alemán conocido principalmente por su película El capitán Köpenick (título mal traducido al español, ya que Köpenick es la ciudad de procedencia del protagonista), por la que estuvo nominado al Oscar a Mejor Película de Habla no Inglesa.
Bajo
los puentes se rodó en Alemania en 1945, casi nada, basándose en la novela Bajo los puentes de París de Leo de
Laforgue, y es considerada por Käutner su película favorita. Hay que tener en
cuenta el contraste entre la situación del país durante el rodaje y la historia
que se narra. No sólo la trama, sino el tono dado por el director para lograr
un film atemporal y necesario en tiempos duros.
La
historia gira en torno a tres personajes unidos en un triángulo amoroso. Hendrik
y Willy son dos marineros fluviales que van de puerto en puerto a lo largo del
Havel y del Spree transportando cosas de unas ciudades a otras. En el trayecto
que nos ocupa, el destino final es Berlín. Al principio conocemos la vida de
ellos, su espíritu libre y su afición por las mujeres de una noche, así como la
decisión de que ya ha llegado el momento de asentar sus vidas y buscar una
pareja estable, casarse con una mujer respetable. Un poco más adelante aparece
Anna, una joven hermosa y triste que observa desde encima de un puente de
Potsdam y que ellos acogen en su barco por temor a que se suicide. Aunque al
principio reticente, al final opta por llegar a su destino con ellos en un
camarote separado, e inevitablemente nace la atracción entre los tres. Los dos
marineros se enamoran de Anna, que logra lidiar con ellos hasta que llegan a
Berlín a la vez que oculta un secreto personal. Una vez en la capital, las
declaraciones se suceden y la historia de amor se complica debido a las
decisiones de ambos hombres, quienes no logran ocultar su recelo por el secreto
que guarda Anna. El conflicto se resuelve pacíficamente del mejor modo posible
para los tres protagonistas.
Bajo los puentes destaca por varios
aspectos, como la perfecta armonía entre amor, drama y comedia, todo rodado de
un modo poético y sencillo. El contexto aquí es importante, ya que la decisión
de crear una historia atemporal y alejada de la política obligó a Helmut
Käutner a limitar los espacios visibles de una ciudad consumida por la guerra,
Berlín, y así evitar la censura. De este modo los escenarios son limitados, y
la ciudad sólo muestra interiores frente a los planos externos rodados en el
río, puente arriba y puente abajo. Bajo los puentes se dan los encuentros de
los marineros con las chicas guapas de las distintas ciudades, y bajo un puente
pasaban cuando avistaron a Anna allí arriba, toda lágrimas y secreto; del mismo
modo, es bajo un puente el lugar donde la joven descubre su secreto en una
secuencia montada con acierto y buen gusto.
Podría
ser otra película más, cualquier otro clásico. Podrían disgustar los tics
propios de los actores de la época, que en muchas ocasiones sobreactuaban a
falta de otro método. Podrían incluso destacarse varios puntos álgidos y
descartar el resto del metraje. Pero no, porque es probablemente una de las
películas más personales de un director que en lugar de rendirse y dejar de
dedicarse al cine, consiguió sacar a flote (y nunca mejor dicho) un proyecto
lleno de poesía y belleza en un universo que se tambaleaba sobre sí mismo.
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